Negarse

SINGLADURA

Cuando aparezcan estas líneas, se estarán haciendo análisis sobre lo ocurrido anoche durante el debate entre los cinco aspirantes a suceder al presidente Enrique Peña Nieto a partir del primer día de diciembre próximo. Excelente, qué bueno que sea así. Uno de los cinco aspirantes que debatieron anoche será el próximo presidente de México. Difícil, casi imposible que no ocurra así.

Las huestes de cada uno de ellos estarán diciendo casi con seguridad que fue el suyo, el que ganó, o al menos que no perdió y dimensionarán ahora sus posibilidades mucho mayores. Ya lo verán, si no es que ya lo vieron a partir del cierre del primer debate presidencial.

Cada uno de los bandos, como se dice coloquialmente, estará tratando de llevar agua a su molino. El debate les abrió la puerta. Supongo que después de anoche, ya nada será igual para nadie en los meses que siguen antes del día electoral.

Hay sin embargo un punto sobre el que quiero llamar la atención en este momento en que sin duda el futuro inmediato de México está en juego, tanto como las posiciones que cada uno de los contendientes pretenda vislumbrar.

Y atrás de ellos, sus seguidores, correligionarios y simpatizantes del color que se quiera. A tal grado que están creciendo las pasiones casi de una manera exacerbada e inconveniente y peligrosa para el país.

Cito como ejemplo los manifestantes que en víspera del debate en el Palacio de Minería se hicieron presentes con carteles en contra de López Obrador, aludo de igual forma la lluvia de WP que inundan los celulares de amigos, familiares y bienhechores con mensajes a favor y contra de los contendientes, en particular de los adversarios más enconados. Las redes supuran venenos de todo tipo, tóxicos en su mayoría, para descalificar al adversario de uno y otro signo. Y no hay tregua posible. De igual forma, los medios de comunicación en general tomas posturas a favor y en contra de los candidatos, así aparezcan embozadas, disimuladas apenas, aparentemente objetivas.

Y si no fuera por el grado tóxico de los mensajes y aún la parcialidad de la mayoría de ellos, sería saludable y hasta encomiable el grado de interés y rejuego que están concitando las próximas elecciones. Mas no es así. Es la guerra descarnada por el poder por métodos peligrosos social y políticamente. Es una guerra donde se vale de todo y se está llevando a extremos de intolerancia, odio y aún paranoia. No se escuchan razones ni argumentos. Tampoco se han presentado. Ojalá anoche se haya escuchado un discurso racional, capaz de haber rebasado el umbral del miedo y la descalificación.

Ojalá haya resultado un debate racional, alejado de la histeria y el miedo. Ojalá. Sería lo inteligente y sano para el país. De no haber sucedido así, a los ciudadanos nos queda el recurso de la negativa a aceptar que el juego político se torne en una disputa brutal contra el enemigo o adversario de turno, cualquiera que éste sea.

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