¿Cuál es la necesidad?

SINGLADURA

Pues si. No por mucho madrugar amanece más temprano. ¿Para qué, para qué? López Obrador asumirá el mando presidencial el primer día de diciembre próximo. Parece una obviedad decirlo, pero hay que apuntarlo en este caso. A partir del uno

de diciembre próximo, y no antes como está pretendiendo hacerlo, el tabasqueño formalizará el poder que obtuvo en las urnas. A partir de allí ejercerá el mandato soberano que recibió el uno de julio. ¿Qué es mucho tiempo entre el uno de julio y el uno de diciembre? Si, cierto, pero es así conforme la Constitución, un punto este último que también debiera modificarse, pero que por ahora sólo debe y tiene que acatarse.

Que tiene prisa el candidato presidencial ganador se entiende. Que tiene una infinidad de tareas que parecen inaplazables para emprender la cuarta transformación histórica de México, también se entiende. Pero que aún tiene que esperar primero para que le otorguen su constancia de ganador y luego para asumir el mando formal, pues es absolutamente obvio. Y nos guste o no, es lo de menos. Se trata de un mandamiento legal, aún hoy.

Visto de otro ángulo, es como si el presidente Enrique Peña Nieto quisiera –y seguramente quiere- ya salir de Los Pinos y olvidarse de Palacio Nacional. Pues no. Peña Nieto está obligado, quiera o no, le guste o no, a esperar el día uno de diciembre para ceder la estafeta y deshacerse de la responsabilidad que asumió hace poco más de cinco años. Y aunque esté que no le calienta el sol o los sismos lo incomoden, está obligado a esperar y cargar aún en su soledad más íngrima con la banda que se terció en diciembre del 2012. Ni modo. Es seguro que no le resulte placentero, entusiasmante ni jubiloso el papel que está cumpliendo hoy en el ocaso de su mandato, pero está obligado a hacerlo.

Así que por favor, señor López Obrador, próximo presidente de México, enfríese un poco. Es más, debiera extender unos días al menos su periodo de reposo-reflexión. Sería sano para usted. El país requiere de un presidente sereno, casi impertérrito, casi como fue su presidente favorito, don Benito Juárez. Impasible, pues.

Le vienen, próximo presidente de México, seis años muy duros. Estoy seguro de que frente a ellos, sus doce años de campaña por la presidencia mexicana, palidecerán. Será un sexenio agobiante, más todavía porque usted se ha echado a cuestas la cuarta transformación de México, y no podrá nadar de a muertito. Usted lo sabe mejor. Yo sólo estoy haciendo estos apuntes con la idea y el propósito de pedirle que escuche y atienda para que pueda usted llegar a buen puerto tras navegar con buenos vientos y mejor mar en las aguas procelosas que lo esperan. Asumirá Usted una responsabilidad de tal grado y escala que impactará de una o muchas formas en las vidas de más de 120 millones de mexicanos. Así que será mejor que vaya con calma, escuche, escuche mucho y medite más.

Sobra decirle que lo acechan todo tipo de tiburones y fieras marinas. Proceda con calma, inteligencia y sobre todo sensatez. No libre todas las guerras y aún si pierde algunas, acepte el revés. Después de todo enseña más el fracaso que el triunfo.

Viene al caso este prolegómeno ante su primer escarceo verbal en su condición de candidato presidencial triunfante con el consejero del INE, Marco Antonio Baños. Usted dijo que se trata de “una vil venganza” la multa a Morena de casi 200 millones de pesos. Baños ya le reviró. “No se trata de vilezas, sino de evidencias”, respondió el consejero del INE. Usted, señor López Obrador, es casi casi el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. No debería perderse en pendencias.

Así que calma. Usted gobernará seis años. Le deseo el mayor éxito, pero recuerde que “rápido y bien no ha habido quien”.

This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.