Ojalá

SINGLADURA

A partir del triunfo, apabullante sin ninguna duda, del uno de julio próximo pasado de Andrés Manuel López Obrador, comenzó a crearse una atmósfera nacional de júbilo por un lado, pero también de incertidumbre entre algunos sectores que no

votaron por el hoy virtual presidente electo, pero que aun así se alegraron por al menos dos cosas: que se respetara la elección mayoritaria de los votantes y que se abriera la posibilidad de un cambio en el país con base en el cumplimiento de al menos una parte de la oferta política de quien gobernará al país a partir de diciembre próximo.

Quienes se alegraron por el respeto al voto atribuyen incluso hoy, 24 días después de los comicios, que la diferencia tan abrumadora y apabullante en las urnas que logró López Obrador fue el principal dique para impedir siquiera un intento de fraude. Y dicen más al señalar que aun cuando si se maniobró un fraude antes de la elección, ésta fracasó como consecuencia de la contundencia de los sufragios. Fue por ello, argumentan los teóricos de esta explicación, que el “stablishment” cedió y no tuvo más remedio que aceptar, incluso anticipadamente, los resultados.

Después de los comicios, y ante la evidencia total del avasallador triunfo comicial de López Obrador, a quien también lo blindaron por si las dudas en las cámaras legislativas, crece la expectativa, no exenta de incertidumbre, sobre cuál será la verdadera naturaleza de su gobierno, pero sobre todo si las medidas que ha anunciado harán una diferencia en beneficio del país, que tanto ha esperado.

Me parece que este segmento electoral, quizá el más ecuánime del país, si bien no votó ciegamente por López Obrador, si lo acepta como el presidente legítimo del país. Este sector también respeta la decisión de la mayoría del electorado nacional y se abre de manera objetiva y racional a la posibilidad y sobre todo la esperanza de que López Obrador encabece un gobierno decente, que cumpla al menos parte de su oferta y propuesta política.

Este sector no rechaza a ultranza la posibilidad del cambio ofrecido por López Obrador, a quien además se niega a considerar un “mesías” o el padre salvador de la patria. Lo observa, de manera coherente y me parece que objetiva, como un hombre político que puede concretar un cambio favorable para el país tras una serie de gobiernos fallidos o insuficientes en sus resultados.

De esa perspectiva surge entonces un enfoque pragmático, objetivo y racional, pero sobre todo esperanzador. Surge el “ojalá” que López Obrador haga un gobierno decente, positivo y favorable al país con base en el cumplimiento de al menos una parte de su agenda. Qué bueno que se le vea así.

Este será el sector más vigilante y más objetivo de López Obrador, pero también el de mayor peligro para el gobierno entrante como consecuencia de que está y seguirá atento al accionar del gobierno desde un enfoque crítico. Es decir, se trata de un sector que se aleja y rompe con el estereotipo del rechazo absoluto, pero también de la aceptación incondicional y acrítica, que poco o nada aportan.

Y si, hay quienes nos pronunciamos por el “ojalá” y que todo se alinee, la acción en primer lugar, para que el gobierno decidido y respetado en las urnas haga bien las cosas, así éstas sean una parte del total prometido. La alternativa sería, esa sí, demasiado peligrosa para México.

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