En el diccionario de la Real Academia Española no aparece la mexicanísima palabra “agandalle”, pero el Glosbe dice que se trata de “aprovecharse o sacar partido ilícito o inmoral”. Eso es justamente lo que hacen diversas empresas e
instituciones del país en perjuicio de sus clientes. Lo mismo hacen los políticos. La práctica forma parte de lo que se ha dado en llamar “usos y costumbres” de la política nacional.
Así, no resulta extraño que la “gandallez” se haya convertido en un ejercicio prácticamente cotidiano en nuestro país con efectos y consecuencias inconmensurables no sólo para las faltriqueras de los mexicanos, sino y tal vez de manera mucho peor en un marcador del ser nacional, que socava y horada la convivencia y confianza que deberían prevalecer en forma predominante entre compatriotas que aun cuando se trate de un deber ser, parece más bien una bufonada o ridiculez.
Viene el punto a propósito de prácticas perniciosas y persistentes de empresas como la aseguradora AXA, la cablera Sky, la telefónica at&t, Pemex, Bancomer, la financiadora Toka y en algún grado Telmex, por citar algunas que lesionan, incumplen o causan estropicios a sus clientes.
AXA por ejemplo incumple sus contratos de servicios al pretender cobros adicionales por arrastre vehicular o remolque de estacionamientos. Mucho peor si se trata de la emergencia de un usuario, botado con su familia en alguna vía potencialmente peligrosa en horas próximas a la madrugada. Con argumentos francamente ridículos, Axa no se tienta el corazón para exigir cuotas o pagos extraordinarios a cambio de un servicio contratado, vigente y puntualmente cubierto por el cliente. Como cualquier contratante sabe y prefiere, un seguro se compra preferiblemente para no usarse, pero si hay una emergencia se espera que la empresa contratante actúe en forma correcta, oportuna y sin costos adicionales. ¿O no?
Sky repite esta práxis comercial indebida. Se compromete telefónicamente con el cliente que, incauto, le cree y luego da el zarpazo. Sky suele subir sus tarifas de manera inconsulta y por si fuera poco, obliga al cliente a pagar cuotas adicionales si es que éste desea cancelar el servicio como único y último recurso de defensa ante la voracidad de la empresa.
AT&T también escribe sus capítulos de abuso al cambiar sin consultar a sus clientes las fechas de pago de los planes tarifarios. Impone plazos mínimos -dos años- para esclavizar al cliente pase lo que pase y si el cliente se atreve a reclamar, le caen amenazas de corte de servicios contratados. Así se las gasta.
Vaya usted a las gasolineras que aún opera Pemex. Si no todas, es comprobable que le roban la gasolina que usted paga. ¿Se vale? ¿Es válido el robo? Sobran evidencias. Repudiamos a los huachicoleros, pero no a Pemex cuando en algunas estaciones de servicio también se roba el combustible.
¿Y Bancomer? Ya referí en este espacio la historia de un anciano que pagó 48 mil pesos, pero por un error involuntario dejó un adeudo de 15 pesos, si, 15 pesos. Bancomer reaccionó con una sanción pecuniaria de dos mil pesos por esa faltante. ¿Se vale?
La empresa Toka ha dejado sin recursos a decenas de usuarios con sus tarjetas de vales. ¿Por qué? Vaya y pregunte a la empresa si es que alguien lo atiende en su laberíntico y prolongado sistema telefónico. Toka retiene recursos depositados por empresas y parte del salario de empleados.
Telmex ha reconocido al menos que por error coloca una grabación para notificar a clientes algún adeudo inexistente. Con el reconocimiento de su error, al menos aplica bonificaciones parciales. Menos mal.
Ojalá un día entiendan estas empresas que el valor de sus acciones y su propia existencia futura están asociados al servicio y la calidad de éste al cliente. Después de todo, deberán entender que perder un cliente tiene un costo mucho más alto que ganarlo y aún preservarlo.
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