Bueno, tenemos ya a la vista el denominado Plan Nacional de Paz y Seguridad, presentado la víspera por Alfonso Durazo, quien asumirá en cosa de días la resucitada Secretaría de Seguridad Pública. Qué bueno, insisto. Al menos ya tenemos la hoja de ruta que el
gobierno entrante recorrerá con el objetivo de sosegar a los grupos violentos y criminales que traen ensangrentado al país desde que el gobierno espurio que encabezó Felipe Calderón lanzó en 2006 la guerra contra el narcotráfico. Un fracaso, pues, dicho en pocas palabras.
Más tarde y en medio de una alta expectativa social, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, prácticamente repitió la receta calderoniana. Otro fracaso, muy desafortunadamente. Las cifras apuntalan esta conclusión. Ni se abatió el crimen, tampoco el narcotráfico y peor aún, México registró lo que sin duda constituye el peor saldo mortal en tiempos de paz.
Al menos 150 mil muertos, muchos de ellos delincuentes sin juicios, pero también civiles o “víctimas colaterales”, el eufemismo encubridor que empleó Calderón en su sexenio, y unos 30 mil desaparecidos, constituyen la descripción tétrica y criminal del fracaso de la llamada guerra al narcotráfico y el crimen organizado en los dos últimos sexenios, uno del PAN, otro del PRI, una tácita hermandad repudiada por igual en las urnas.
Tras el fracaso descomunal de esta política pública llega ahora la propuesta lopezobradorista. De nueva cuenta se abre una expectativa esperanzadora para que ahora sí pueda el país entrar en un periodo menos aciago. Ojalá. Además del anuncio sobre la creación de una fuerza especial, Guardia Nacional, conformada por ejército, marina y policía federal, se añaden elementos novedosos que –insisto- ojalá fructifiquen.
Parte de estas innovaciones y nuevos enfoques es la iniciativa para despenalizar la marihuana que presentó hace pocos días al senado la ex ministra Olga Sánchez Cordero, que prevé la regulación de toda la cadena de producción, desde la siembra, cultivo, cosecha, producción, transformación, etiquetado, empaquetado, promoción, publicidad, patrocinio, transporte, hasta la distribución, venta, comercialización, portación y consumo de la marihuana.
Los estímulos que el gobierno en puerta prevé en favor de los jóvenes y aún las propuestas en materia carcelaria para transformar esos infiernos de corrupción y crimen, parecieran enfoques correctos, lo mismo que la promoción de las familias.
Habrá que conceder entonces el beneficio de la duda sobre la eficacia del plan propuesto y anunciado, aun y cuando aún hay que ejecutarlo.
Quiero confiar en esta etapa en un éxito razonable del programa del nuevo gobierno. Urge que de resultados, aun y cuando sean relativamente mínimos.
Un fracaso, el tercero en línea, del plan sería catastrófico para el gobierno de López Obrador, y, peor aún, para los mexicanos ansiosos como estamos de que pase algo bueno y mejor. Hay poco tiempo.
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