En algo ya coincidieron los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y su
acérrimo adversario de Estados Unidos, Donald Trump. Ambos han registrado episodios ríspidos con el periodista mexicano Jorge Ramos, muy popular en la cadena de televisión estadunidense Univisión.
Recordemos. En agosto de 2015, cuando Trump hacía campaña por la presidencia de Estados Unidos, Ramos fue expulsado de una conferencia de prensa en Iowa cuando intentaba, de pie, una pregunta al entonces candidato republicano.
“Discúlpeme, siéntese, usted no fue llamado. Siéntese", dijo Trump a Ramos, quien buscaba preguntar sobre un punto de interés hispano. "Tengo derecho a hacer una pregunta", argumentó Ramos.
Tras una señal de Trump, un miembro de su equipo de seguridad se acercó al periodista y lo puso fuera de la sala.
Más tarde, Ramos dijo a CNN que el incidente “desenmascaró” al candidato presidencial. “Lo que quieres hacer en una entrevista o en una conferencia de prensa es desenmascarar, si es posible, a la persona con la que estás hablando”, dijo.
“Cuando Donald Trump decidió expulsarme, creo que él fue desenmascarado. Ese es el verdadero Donald Trump”, argumentó Ramos.
En otro incidente, Ramos criticó la agresión del actor Eduardo Yáñez al reportero Paco Fuentes, del show El Gordo y La Flaca en octubre de 2017. "Nada, nunca, en ninguna parte, justifica una agresión a un periodista, venga de un actor, presidente o gobierno. No normalicemos la violencia", publicó el periodista en su cuenta de Twitter.
Más tarde, y luego de disculparse, Yáñez dijo: "sí, es que ustedes (los periodistas) son intocables".
Ahora, Ramos tuvo otro capítulo en el Palacio de Miraflores –la sede presidencial venezolana- que ya concitó una enorme atención mediática y aún la solidaridad del presidente Andrés Manuel López Obrador. Quizá fue un triunfo de Ramos, un gallardete más en su prolongada y reconocida carrera periodística. En lugar de la entrevista con Maduro, cuyo contenido habría tenido seguramente un gran interés en estos momentos, tenemos el incidente, el episodio ríspido. El lector (a) debe determinar puesto a elegir qué sería más importante.
Cito otro episodio, donde el periodista se convirtió en el centro de la noticia, por encima de su papel de informador. En junio de 2000, la conductora televisiva Lily Téllez protagonizó una persecución al entonces procurador capitalino, Samuel del Villar. Téllez se instaló por varios días frente a la residencia privada del funcionario presuntamente en busca de información sobre el asesinato del conductor Paco Stanley. Fue todo un espectáculo mediático, entonces. Aún me pregunto si el periodista, reportero u lo que sea, tiene derecho a perseguir de esta manera a un funcionario, ¿hasta su residencia privada? La periodista andaba siempre custodiada por agentes de la Procuraduría General de la República y utilizaba un vehículo del gobierno de Sonora para su trabajo.
De manera rara, peculiar, curiosa al menos, a los días de aquella persecución, Téllez sufrió un presunto atentado muy cerca de la televisora a la que servía. Milagrosamente, ella resultó ilesa y sus guardias, sobrevivieron al incidente. Todo apuntó a la cabeza del procurador Del Villar, claro. Usted juzgue y determine.
Es cierto, los periodistas y más los reporteros corren peligros de todo tipo. Es claro y lo sabemos por los registros trágicos que nos constan, pero a veces, las menos seguramente, los apetitos de todo tipo y peor aún, los maliciosamente protagónicos, lesionan el ejercicio de la profesión u oficio si se prefiere, aun cuando apuntarlo resulte política y/o gremialmente incorrecto.
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