Es casi imposible hablar con Luis Rebollar Chávez y dudar de sus convicciones y estrategias. Es persuasivo, sencillo y optimista.
Pero ¿Quién es Rebollar Chávez? Él dice que es un “emprendedor social”. En su curriculum vitae, que él no presume, hay títulos universitarios y posgrados en México y Estados Unidos. Es como se decía en otras épocas, un hombre de mundo pero libre de petulancias. Ha visitado y conocido bien casi una treintena de naciones en menos de una década. Lo miro como un simple emprendedor, así se diga fácil. Desde mi óptica miro a Luis como un concertador de voluntades, esfuerzos y recursos.
Le apasionan el campo y la agricultura. De hecho, es hijo de un campesino y durante sus periplos internacionales se ha enfocado en conocer más la agricultura, el medio ambiente y la sustentabilidad.
“En México hablamos mucho y hacemos poco”, me comenta en una crítica ajena a la amargura y la desesperanza.
Esta vez trae entre manos un nuevo programa que él denomina “Sembrando Conciencia”. El nombre del programa es un juego de palabras que busca concientizar sobre la importancia de la agricultura y en particular de sus enormes posibilidades urbanas.
El proyecto de Luis es simple, pero ambicioso y cree que será “trascendental” en la medida en que logre sumar a mucha gente. “Me declaro sin poder hacerlo si estuviera solo”, sostiene.
El resumen del plan consiste en “crear agricultura urbana básica, después aprender a fertilizar y más tarde generar un ecosistema”.
Luis prevé que “Creando Conciencia” iniciará en enero próximo en 400 escuelas primarias privadas del Estado de México y el área conurbada. En una primera etapa el programa incorporará a unos cinco mil niños de primaria. Luis espera que pronto puedan abrirse espacios en las primarias públicas.
“Veo este programa con una transformación en la mentalidad de los niños, sus padres y profesores”, plantea Luis.
Confía de igual forma en que “podamos ver esto como uno de los tantos chalecos salvavidas en el futuro. Hay mucha gente y hay pocos campesinos, así que se tendrá que producir la comida de una manera industrializada y así que más vale que empecemos pronto”.
Explica que Sembrando Conciencia es “un movimiento” para invitar invitar a las personas a la agricultura urbana” como parte de un esfuerzo sostenido, educativo y productivo para resolver la necesidad primordial, que es la alimentación, “como un tema de limpieza de aire y como una necesidad de devolver algo de lo mucho que hemos gastado” del planeta.
El propósito radica en “democratizar la agricultura urbana” en vista de que ahora ciertamente “hay azoteas urbanas, muy finas que hay por varios lados”.
Al margen, dice, del tema económico, social o de que haya mucha gente que viene del pueblo para trabajar como albañil o pintor, se trata de que “podamos iniciar con la agricultura urbana”.
En las azoteas hay forma de hacerlo. “Todos tenemos manera de empezar con la agricultura, hasta en cubetas si las llenamos con tierra”, apunta.
Hace ver que pronto el canal de su grupo empresarial va a “explicar cómo se puede fertilizar de manera orgánica para que no tengan que usar abonos con químicos o pesticidas”, que impactan el medio ambiente y dañan la salud de las personas.
Subraya la colaboración de la Universidad de Querétaro en “Sembrando Conciencia” para ayudarnos a fortalecer, a organizar como tener frutos en nuestra propia casa y eso va a cambiar y mejorar el tema en el futuro de la alimentación.
Insiste en que “Sembrando Conciencia” trata de una serie de “grandes propuestas de cómo empezar a ser un campesino urbano”, una alternativa que enriquece a la persona. “No pido que hagas agricultura urbana porque no tengas dinero para comprar, pido que ayudes a salvar parte del mundo donde vivirán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos donde cada vez será más complicado el tema de la alimentación”, anticipa.
El programa “Sembrando Conciencia” prevé “en un principio los muros naturales para llevar a los niños el tema de la agricultura urbana” porque resulta “un tanto absurdo” que a un niño le enseñen biología, pero jamás ha visto un renacuajo, que les expliquen el tema de las plantas, pero jamás ha visto cuándo nace un jitomate”.
Así que “necesitamos espacios en las escuelas para que los niños puedan llevar ese sentimiento hasta su casa y que no conciban en el futuro una vida sin apoyar al planeta”, indica.
Luis tiene la convicción de que de esta manera se tendrá una vida más saludable y más educada que es el sitio donde vivimos, un aire más limpio y comida sin químicos porque “tú mismo la cultivaste”.
Los niños aprenderán en las escuelas privadas el origen de las plantas, un poco de geografía, de dónde vienen, un poco de historia, cuando nacieron esas plantas, y de ciencias naturales, narra.
“En los muros habrá plantas de diferentes especies, comestibles, aromáticas, suculentas, curativas para que los niños tengan una idea de la importancia de esas plantas y alimentos en nuestras vidas”, anticipa.
“Empezaremos en enero del 2020. El modelo ya está en las escuelas, está prácticamente todo preparado”, cuenta. De hecho, dice que ya iniciaron unos talleres sobre cómo las personas pueden cultivar en sus casas. Preparamos ahora videos tutoriales de como en un garrafón roto se pueden tener y cosechar jitomates. Esto ya lo iniciamos.
Explica que en colaboración con escuelas, se piden 30 minutos dos veces por semana que salgan los niños a interactuar con las plantas, a través del riego, que toquen la tierra, que toquen las hojas y que estén en contacto con las plantas.
Claro, admite, se requerirá el apoyo del profesor, la explicación necesaria de la tierra, de la semilla, cuánto tarda en germinar, por qué necesita el agua, porque necesita el sol, algo que ellos ya les explicaron pero necesitan lo sensorial.
De igual forma, anuncia, “llevaremos el invento mexicano de la lluvia sólida, de mi gran amigo Sergio Rico, vamos a llevar esto a los niños.
Explica lo que es la lluvia sólida. “Es un polímero que une las moléculas del agua e imagínate que con una tapita de refresco podemos hacer más o menos un litro de agua”. Suena casi increíble.
“Con esto podemos cosechar el agua y guardarla en un tema tipo gel y esto es una actividad sensorial que los niños pueden tocar. Abrimos la tierra en surco y allí pondremos el gel. Así que en lugar de regar a diario, se regará dos veces por semana dependiendo de la planta y este hidratante puede durar 10 años en descomponerse pero cuando entra el sol no se evapora y la planta lo va bebiendo conforme lo va necesitando”.
Luis explica que una vez que esta agua “entra a la tierra en forma de gel, dura hasta que la planta se la acaba, la absorbe paulatinamente y luego que la absorbió, vuelves a regar y se vuelve a hidratar. Se recicla así mismo”.
En consecuencia, el gasto de agua para riego se reduce hasta en un 60 por ciento. “Esta actividad la puede hacer el niño y este mecanismo de absorber el agua, hidratar la planta y este mecanismo lo puede hacer durante diez años”.
Enseguida, Luis expone lo que llama una segunda etapa. “Está interesante porque alrededor de las plantas existe por ejemplo cómo hacer que las plantas tengan más provecho, cómo fertilizarlas de manera orgánica”.
Así que la siguiente etapa será el tema de la composta, que hace que de un 100 por ciento de basura que tirábamos ahora tiramos un 20 por ciento.
Expone que el papel, el cabello, los cascarones, la comida vegetal “se las damos de comer a las lombrices y todo el desperdicio vegetal, hasta tu pasto, la papaya, las frutas y las verduras, van a un contenedor para compostarse.
Ocurre de manera natural que las lombrices se lo comen. “Yo siempre digo que todo es tierra y todo es agua porque un árbol cuando nace viene de la tierra y del agua, aun cuando necesita sol”.
Hace ver que se utilizan las bolsas de manta porque las frutas traen su propio empaque. Por ejemplo, “cuando comes un mamey, trae un empaque increíble biodegradable, que vuelve a nutrir y vuelve a ser tierra, el plátano, todo trae su propio empaque y eso será enseñanza para los niños”.
La siguiente etapa es cómo hacer que toda esa parte –cascarones, frutas y verduras- se vuelva a convertir en tierra fortalecida porque ya pasó por un procesamiento, porque las lombrices comienzan a defecar tierra que se le llama humus y éste tiene los requerimientos esenciales para nutrir las plantas en forma extraordinaria. Si lo echas a tu jardín no es verde, sino verde oscuro”, resume.
Y esto es susceptible de hacerse con frutas y verduras. “Todo”.
Es un hecho, subraya Luis, que las lombrices se comen lo que se echa a perder y no lo que está vivo. “Son una parte increíble del ecosistema y los niños podrán convivir con eso y notarán que es un tema extraordinario”, dice.
Ahora bien, esto registra “un efecto multiplicador y si lo hacemos adecuadamente, con alianzas, con tesón, con el apoyo de la Universidad de Querétaro, donde tuvimos oídos más rápido y todo eso nos llevará a provocar un gran cambio”.
Será una experiencia “simple, divertida y desestresante e incrementará habilidades y aprendizaje en los niños”, anticipa. “Vamos a provocar un gran cambio”, prevé.
Más tarde, dice, “generaremos ecosistemas, un ecosistema sólo en una escuela donde haya peces, haya lirios, lombrices, se alimenten, crezcan, y defequen, que sería el tema orgánico del abono”.
En resumen, ratifica, “Sembrando Conciencia” creará “la agricultura urbana básica, después cómo fertilizar y cómo crear después un ecosistema”.
Luis quiere que muchas más personas se entusiasmen con él. “Háblenme”, pide. “Échenme una llamada para hablar del proyecto. Les sugiero que los que quieran sumarse sigan el tema, el movimiento Sembrando Conciencia”.