¿Cómo y cuándo? son preguntas críticas en estos días que ya suman semanas de pandemia. Y aun cuando son críticas, vitales incluso, desconocemos las respuestas.
Nadie sabe (sabemos) ni lo uno ni lo otro. Apenas sabemos que seguimos en cuarentena y que el enemigo viral e invisible llamado Covid-19 acecha todo el tiempo, sin tregua, y mata de manera cruel.
Quizá comenzamos a vislumbrar encerrados a piedra y lodo en nuestras casas que en poco tiempo más –no sé cuánto- será insostenible, inviable e insoportable permanecer guardados. Será imposible humana, emocional, psicológica, orgánica y económicamente. El encerramiento mata nuestra naturaleza, gregaria por antonomasia. Tendremos que enfrentar entonces de otra forma –desconozco cuál- al enemigo portentoso llamado Covid-19.
Es previsible que los gobiernos, el de México también claro, tengan que tomar decisiones políticas muy pronto. Muy poco sabemos del virus, que según se advierte podría tener una segunda y hasta tercera oleada de destrucción y muerte, pero es un hecho que en este preciso momento ya está dejando una cauda de destrucción y muerte. A diferencia de otros fenómenos como por ejemplo los huracanes, aún los más devastadores que la historia registre y cuyas caudas se contabilizan en días, por más trágicas –insisto- que resulten, con el virus acechante y actuante en cualquier espacio de nuestras vidas, no hay cifras siquiera. Los gobiernos, todos, están actuando a ciegas en buena parte.
Nadie en este momento puede determinar el día y tampoco la hora exacta para el relajamiento y mucho menos el levantamiento de las medidas adoptadas hasta ahora. Serán decisiones políticas en todo caso las que ordenen o dispongan el cese o flexibilización de las acciones para contrarrestar el Covid-19. Esas disposiciones, que se esperan en breve, serán difíciles, complejas y, peor aún, retarán a la muerte que anda suelta.
Los expertos, hombres de ciencia, epidemiólogos y otros especialistas como los matemáticos tampoco tienen en sus mentes brillantes la respuesta. Es trágico, pero humano. Así que muy pronto habrán de venir las nuevas decisiones políticas, las mismas que nos aconsejaron, indicaron u ordenaron la sana distancia, el confinamiento doméstico, el lavado de manos, el uso de mascarillas, la desinfección de empaques, bolsas y alimentos, entre otras medidas.
En algún momento, y pronto, los mexicanos tendremos que salir a rifarnos la vida, como ya lo hacen muchos de nuestros compatriotas porque no tienen ni tuvieron el privilegio –privilegio, si- de permanecer guarecidos en sus casas. Tendremos que hacerlo claro con el máximo posible de protecciones. No habrá alternativas para jugárnosla con la muerte. Y ojalá entonces nos pele los dientes. Ojalá.
Los daños de este virus, aunque incuantificables todavía, se vislumbran, calculan y estiman descomunales. México reanudará su marcha en menos quién sabe cuántos puntos negativos del PIB, aun y cuando hasta hoy tendremos que conformarnos con estimaciones o proyecciones, siempre negativas, funestas. El país dará un salto al pasado y habrá de pasar mucho tiempo antes de que proyectemos futuro. Tendremos primero que iniciar la recuperación de lo perdido y ver luego qué podemos imaginar para el futuro, que de por sí y aún antes de la pandemia se veía nublado en el caso de México. Veremos entonces y pronto cómo florecen eso sí todo tipo de argumentos para justificar y delo por descontado, el nuevo fracaso mexicano, que se incubó hace algún tiempo pero que desenmascaró en forma veloz y en sus aristas más crueles el Covid-19.
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@RobertoCienfue1