La pandemia de la Covid-19, con su cauda infame hasta ahora de más de 44 mil muertes y en ruta acelerada hacia los 400 mil contagios en las próximas horas, impone y clama ya por un cambio de estrategia nacional capaz de parar el desastre sanitario en curso y al mismo tiempo de frenar la estrepitosa
caída económica del país en lo que resta del año, cuando menos.
Es meridianamente claro que para el gobierno están en juego las elecciones del 2021, que implican el interés legítimo y válido de ratificar su respaldo ciudadano. Pero México en conjunto con todos los sectores se juega entero su viabilidad para por lo menos la próxima década, y probablemente una generación completa de mexicanos.
Datos duros, no los otros que se sacan cada mañana de una alforja personal, anticipan el tamaño del desplome en curso. De poco y aún de nada serán útiles los “otros datos”, menos aun cuando el tiempo está esta vez en contra porque al igual que crecen los números fatales por la pandemia, se acrecienta el sombrío panorama económico con base en cifras que espeluznan.
Es cierto, el gobierno que propugna “primero los pobres”, tiene en marcha un total de nueve programas sociales, que incluyen apoyos para estudiantes, jóvenes, adultos mayores, agro, y vivienda en reconstrucción, entre otros. Estos apoyos alcanzan montos que oscilan entre algo más de mil y hasta casi cinco mil pesos mensuales. La bolsa social este año se estima en unos 450 mil millones de pesos. La pregunta es necesariamente si este monto millonario será suficiente para suprimir la pobreza ancestral de millones de mexicanos –presunto objetivo de estos programas- y sobre todo, si esos recursos redituarán en nuevas capacidades productivas o serán sólo el costo electoral para mantener un proyecto político de mediano y aún de largo plazo que terminará por empobrecer más al país y su gente.
Algunos números de pronóstico reservado de instituciones como el Banco de México prevén para este año “una caída profunda, un espacio muy grande de recesión, de falta de crecimiento, de dificultades enormes; y después, una recuperación poco a poco prolongada”. Esto conforme al gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León, quien recién se reunió con legisladores para exponerles el drama económico nacional, que incorpora una gran caída del PIB.
Organismos satanizados por el gobierno en turno como el Fondo Monetario Internacional (FMI) anticipan una caída este año de la economía mexicana del orden de menos 10.5 por ciento del PIB, un descalabro histórico y aún mayor al registrado en los años 80´s cuando la crisis de la deuda externa atenazaba a buena parte de los países en proceso de desarrollo. El desplome de este año será mayor incluso que el que flageló al país como consecuencia del llamado “error de diciembre”, en 1994 acompañado de una abrupta devaluación monetaria del 100 por ciento y un retroceso del PIB de menos 6.2 por ciento.
Así que aun y cuando haya datos ya confirmados sobre la estela de quiebras empresariales, en especial las pequeñas y medianas empresas, generadores de más del 80 por ciento de los empleos del país, estamos en el umbral de una crisis económica no vista en prácticamente el último siglo por los mexicanos.
Es cierto, no somos la excepción en el hemisferio. Un informe este mismo mes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que comanda la mexicana Alicia Bárcena, previene el tamaño del colapso al afirmar que es previsible un retroceso de menos 9,1 por ciento del PIB regional al cierre de este año.
En el informe, “Enfrentar los efectos cada vez mayores del COVID-19 para una reactivación con igualdad; nuevas proyecciones”, el organismo dependiente de Naciones Unidas advierte que tanto el choque externo como el interno se han intensificado, la región resentirá disminuciones de -9,4% en América del Sur, -8,4% en América Central y México y -7,9% para el Caribe excluyendo Guyana, cuyo fuerte crecimiento lleva al total subregional a una contracción menor (de -5,4%).
El documento destaca que la caída en la actividad económica llevará a que, al cierre de 2020, el nivel del PIB per cápita de América Latina y el Caribe sea similar al observado en 2010, lo que significa un retroceso de 10 años en los niveles de ingreso por habitante.
Añade que es previsible un aumento mayor del desempleo, que a su vez provocará un deterioro importante en los niveles de pobreza y desigualdad.
En México, el análisis denominado “La política social en el contexto de la pandemia por el virus SARS-CoV-2”, del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de mayo último previno sobre un crecimiento del número de nuevos pobres en el país hasta casi 11 millones de mexicanos, que no tendrán capacidad de comprar la canasta básica o resentirán diversas vulnerabilidades económicas que no tenían antes de la pandemia.
Además se espera que la tasa de desocupación regional se ubique alrededor del 13,5% al cierre de 2020, lo que representa una revisión al alza (2 puntos porcentuales) de la estimación presentada en abril y un incremento de 5,4 puntos porcentuales respecto del valor registrado en 2019 (8,1%). Con la nueva estimación, siempre según el documento de la Cepal, el número de desocupados llegaría a 44,1 millones de personas, lo que representa un aumento cercano a 18 millones con respecto al nivel de 2019 (26,1 millones de desocupados).
Las cifras son significativamente mayores que las observadas durante la crisis financiera mundial, cuando la tasa de desocupación se incrementó del 6,7% en 2008 al 7,3% en 2009 (0,6 puntos porcentuales).
A su vez, la caída de -9,1% del PIB y un repunte del desempleo tendrían un efecto negativo directo sobre los ingresos de los hogares y su posibilidad de contar con recursos suficientes para satisfacer las necesidades básicas, lo que repercutirá en que el número de personas en situación de pobreza se eleve en 45,4 millones en 2020, con lo que el total de personas en esa condición pasaría de 185,5 millones en 2019 a 230,9 millones en 2020, cifra que representa el 37,3% de la población latinoamericana. Dentro de este grupo, el número de personas en situación de pobreza extrema se incrementaría en 28,5 millones, pasando de 67,7 millones de personas en 2019 a 96,2 millones de personas en 2020, cifra que equivale al 15,5% del total de la población.
La CEPAL también proyecta una mayor desigualdad en la distribución del ingreso en todos los países de la región: el índice de Gini subiría entre un 1% y un 8% en los 17 países analizados, y los peores resultados se esperan en las economías más grandes de la región, México entre ellas, claro.
Según el informe, los países de la región –salvo el caso de México, apunto- han anunciado grandes paquetes de medidas fiscales para hacer frente a la emergencia sanitaria y mitigar sus efectos sociales y económicos.
El organismo reconoce que las medidas importantes anunciadas y puestas en marcha por varios países del área, pero alerta que “en la medida que se extiende el confinamiento se requieren esfuerzos adicionales para satisfacer necesidades básicas y sostener el consumo de los hogares”.
Entre las propuestas de la CEPAL destacan la implementación de un ingreso básico de emergencia como instrumento de protección social, un bono contra el hambre -equivalente al 70% de una línea de regional pobreza extrema (67 dólares de 2010) y cuyo costo total se estima en 27,1 miles de millones de dólares (0,52% del PIB regional), y varias iniciativas de apoyo a empresas y trabajadores en riesgo. Esto último tampoco se ha querido hacer en México, cuyo gobierno persiste en la entrega directa de fondos económicos y otros beneficios monetarios a las familias consideradas en pobreza.
Bárcena consideró que los esfuerzos nacionales “deben ser apoyados por la cooperación internacional para ampliar el espacio de política a través de mayor financiamiento en condiciones favorables y alivio de la deuda. Asimismo, considera que avanzar en la igualdad es fundamental para el control eficaz de la pandemia y para una recuperación económica sostenible en América Latina y el Caribe.
¿Veremos parte al menos de estas recomendaciones de la Cepal? Parece que no. La tozudez es enorme. Ojalá no imponga facturas adicionales como fue el caso de la pandemia que nos sorprendió en una carrera frenética y contrarreloj para importar de última hora los insumos requeridos, aún y con sobreprecios. Veremos.
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@RobertoCienfue1