Hace un par de días el presidente Andrés Manuel López Obrador, el redentor de los pobres de México, se hizo acompañar por un grupo de periodistas para mostrarles a detalle el avión que se compró durante el gobierno de Felipe Calderón y utilizó Enrique Peña Nieto en sus viajes nacionales e internacionales a lo largo de su sexenio.
“Ostentación” fue la palabra que usó López Obrador para referir el avión, que pronto como he dicho antes tendrá dos años estacionado esencialmente en México y Estados Unidos, -algo que por supuesto tiene un costo económico- y que el presidente ha prometido dar de baja del patrimonio nacional porque él prefiere el uso de recursos del erario público nacional para comprar en vuelos comerciales todos los viajes que él y sus colaboradores hagan en el ejercicio de su mandato constitucional. Ni siquiera quiso el lunes subir al avión José María Morales y Pavón, satanizado por la 4T, pero muy útil para fines propagandísticos, de imagen y simbólica. Abundó por ello el presidente en una explicación sobre los lujos de lo que llamó “un palacio para los cielos”.
Para la exhibición pública del aparato el presidente se hizo acompañar por los titulares de Defensa, Marina, Gobernación, Guardia Nacional, el comandante de la Fuerza Aérea, los directores de Banobras, Profeco y claro, de la Lotería Nacional. La ocasión ameritaba la presencia de tan altos funcionarios del gobierno y los titulares de los organismos citados. Ah, también acompañó al presidente la jefa del gobierno de la ciudad de México, su aliada política.
Todos esos funcionarios y el presidente por supuesto para hablar o testimoniar el boato del neoliberal ex presidente Peña Nieto y su antecesor, comprador del TP-01.
Luego, claro, y con un grupo nutrido de periodistas soltó su discurso, una pieza clave de la matutina de lujo esta vez en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. ¿Qué dijo el presidente? Volvió a su vetusta prédica contra los neoliberales y los excesos que en su muy docta opinión cometieron los gobiernos previos al que encabeza, que toma distancia del pasado pero nos hunde en el presente y nubla el futuro.
Reafirmó por supuesto que el avión refleja los abusos y excesos de los gobiernos anteriores, que –prosiguió- dieron la espalda al pueblo y sobre todo a los más humildes del país. “Los altos funcionarios vivían colmados de privilegios”, dijo y repitió que se trataba de un gobierno rico para ricos con un pueblo pobre. Se intuye entonces que eso ya cambió y es la razón por la que López Obrador rechaza el uso del avión Morelos. Aplausos y más aplausos, que es lo de hoy así la realidad nacional espante.
El avión ha dado a López Obrador un servicio mucho mayor que aquel que pudo obtener de haberlo usado en los casi dos últimos años. Sin usarlo, le ha sacado mucho más provecho porque ha servido para engatusar a millones de mexicanos con un símbolo. Sus seguidores, que no son pocos y son sus fervientes adoradores, creen que este presidente es como ellos, que no engaña ni miente y prefiere si acaso el avión comercial, la comida en las fondas y la ropa sencilla. Además, usa el dinero del país para otorgarlo a los pobres, aunque no encuentren medios de producción y se incorporen a las filas y el accionar del crimen en ascenso. El avión ha dado más frutos de lo que uno se imagina a López Obrador.
Una exhibición del “lujo” del avión presidencial distrae o provoca olvido de la situación que pasa el país, atenazado por una crisis de proporciones históricas y como no se había visto en casi un siglo con todo y los gobiernos más neoliberales del mundo en México.
El avión y su “ostentación” alivian el dolor por las miles de muertes del Covid, mitigan el desplome económico histórico, hacen que pase a segundo o tercer plano las cifras del crimen organizado, acarrean proselitistas encendidos, nublan los números del desempleo y la quiebra de miles de empresas, hacen creer que ahora sí se combate la corrupción, se cree que pronto tendremos hospitales y un sistema de salud equiparables a los que operan en los países nórdicos, alimentan el odio de los más débiles hacia los que gobernaron antes como si todo lo que hicieron fue robar y robar, aunque el gobierno de la 4T todavía no lo haya podido probar y como si México se dividiera en un antes y un después de julio del 2018. Más aún, el avión y su “ostentación” aparejada hacen olvidar que los repudiados neoliberales dejaron un tratado de libre comercio norteamericano que ya fue reestrenado por la 4T y un fondo económico de contingencias que ya la 4T se acabó. Hoy no hay fondos para situaciones de desastre como la que viven Tamaulipas y Nuevo León. También permiten que se olvide que los gobiernos neoliberales no andaban charoleando o haciendo coperachas “voluntarias” en las oficinas gubernamentales para completar el gasto ni quitando computadoras a los empleados o pidiendo que se turnaran para usarlas. Permite además olvidar que la 4T eliminó buena parte de las prestaciones económicas de empleados con salarios bajos. Y de ribete, el avión y su “ostentación” permiten hacer creer que la 4T merece seguir gobernando porque esto ya cambió y las cosas ya no son como antes. “Somos diferentes” argumentan con vistas al 21, aun y cuando la situación del país está que arde.
Los símbolos con los que “gobierna” la 4T, el avión entre los primeros sitios, se han convertido en la mejor inversión para atraer y seducir a un pueblo mágico, bueno, noble y bendito por la 4T como el de México.
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@RobertoCienfue1