El reto de Sheinbaum

Algo extraordinario y rápido debería muy pronto que verse obligado a decidir la jefa del gobierno de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum, para detener la escalada sanitaria como consecuencia de la Covid-19 en la capital mexicana, el corazón nacional, que se estima se ha cobrado las vidas de más de 18 mil capitalinos. En la víspera y durante el informe por su segundo año de gestión al frente de la primera ciudad del país, la gobernante hizo saber que se está en "un momento de alto contagio,

crítico y que sólo con la participación ciudadana vamos a salir adelante" . Muy acertada al advertir a los capitalinos que la crisis sanitaria derivada de la pandemia es de alta gravedad. Bien de igual forma por apelar a la participación ciudadana para “salir adelante”. Cualquier gobierno democrático está obligado a apoyarse en la ciudadanía, en sus gobernados pues, para enfrentar un problema de salud pública tan catastrófico como ha resultado esta pandemia.

Aunque en semáforo naranja y cada vez más cerca del rojo, Ciudad de México se ha mantenido como uno de los epicentros de la enfermedad en todo el país, esto pese a los esfuerzos notables del gobierno capitalino por contener la propagación del virus, que así ha dejado una cauda de enfermos y muertos.

Y sin embargo, recién la víspera y en coincidencia con el segundo informe de gobierno de la doctora Sheinbaum, miles, sino millones de capitalinos, desoyeron las voces de alerta y aún los llamados de la gobernante de la ciudad para mantenerse en casa, adoptar las medidas sanitarias repetidas N veces e impedir al máximo las reuniones y / o concentraciones de personas.

Mucha gente piensa que como el virus es invisible a las personas, éste no existe. En consecuencia, y con una osadía digna de mejor causa y destino, retan a la muerte y desdeñan el peligro de contagiarse del virus. Pero no sólo eso. Con su actitud irresponsable y aún -hay que decirlo- potencialmente criminal, ponen en un elevado riesgo la vida y salud de sus congéneres, coetáneos o conciudadanos.

Resulta cuesta arriba hacer entender a quienes así actúan -carentes de una civilidad mínima y vital- de la urgencia y conveniencia de reducir al mínimo los riesgos de contagio, enfermedad y muerte con base en la adopción de las medidas preventivas tantas veces aconsejadas, recomendadas, sugeridas, solicitadas y casi imploradas por las autoridades de la ciudad de México en este caso.

Sheinbaum insistió la víspera en que no es tiempo para salir de casa, hacer reuniones o fiestas familiares y proceder con las precauciones conocidas en la circunstancia de que los gobernados se vean precisados ​​a salir de sus casas o deambular por sitios públicos.

La consecuencia lógica y predecible de mantenerse el desdén, el desacato y la indolencia ciudadana ante estos llamados será de manera inevitable un incremento del número de personas contagiadas o muertas, seguramente la peor parte de esta historia catastrófica que según la propia Sheinbaum espera quede atrás hasta dentro de un año, a la mitad de su gestión.

Para nada es descartable entonces que la gobernante capitalina tenga que ordenar pronto el escalamiento del semáforo sanitario para colocarlo en rojo si es que sus convocatorias ciudadanas siguen sin ser acatadas y / o rendir el efecto esperado. De allí podría pasarse a un confinamiento obligado con medidas muchos más extremas con la consecuente parálisis económica, el escenario más pernicioso e indeseable para la ciudad, su población y aún el país que está buscando aminorar los peores efectos de la pandemia en las áreas de la salud, la sociedad y de manera particular en una economía ya de suyo balbuceante. Vaya situación que enfrenta a la doctora Sheinbaum, en el mejor lugar de su carrera política, pero en la peor circunstancia. Vivir para contarlo.

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@ RobertoCienfue1