Ebullición migratoria

En el campo de la migración, el futuro ya nos alcanzó. Y como en tantas otras áreas del quehacer público, gubernamental y/o humano, persiste la impresión de que se actúa poco, mal y sobre todo a destiempo. Esto pese y de manera contrastante a las advertencias, informes, estudios, señalamientos,

alertas y diagnósticos. Casi siempre llega primero el futuro que la acción o la medida para corregirlo, reencauzarlo.

Por años, y aún décadas, el fenómeno de la migración en México y en el mundo, ha ocupado a estudiosos, instituciones, gobiernos y todo tipo de organismos, y qué bueno, pero lo cierto es que las soluciones a este drama humano se alargan o no llegan, y no pocas veces cuando llegan es en medio de una crisis como la que registra nuestro vecindario y aún otros más.

Un informe sobre migraciones en el mundo en 2020 de la Organización Internacional para las Migraciones consignó que el “número de personas que vive en un país distinto de su país natal es mayor que nunca”.

En 2019 se estimó que la cifra de migrantes internacionales era de casi 272 millones en todo el mundo, 51 millones más que en 2010.

Según ese documento, casi dos tercios eran migrantes laborales, aun cuando también hay otro tipo de migrantes, como reacción a la violencia, la pobreza y aún los deseos. Los migrantes internacionales constituían el 3,5% de la población mundial en 2019, en comparación con el 2,8% en 2000 y el 2,3% en 1980.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), dijo que las personas desplazadas por la fuerza sumaron casi 80 millones al cierre del 2019. 

México y Estados Unidos están inscritos en este drama de manera preponderante. No es nuevo este asunto bilateral, que data de al menos cien años, pero hoy se encuentra en un punto de ebullición, cuyas consecuencias en este caso son ya dramáticas y se perfilan incluso impredecibles para ambos países.

La inestabilidad política, violencia, crimen, persecución, pobreza y aun los desastres naturales están alentando flujos históricos de migrantes dispuestos a todo, incluso a perder sus vidas por la esperanza de tener una mejor para ellos y sus descendientes.

Informes noticiosos en estos días refieren el drama del éxodo haitiano, que encontró un primer punto en territorio mexicano antes de proseguir a Estados Unidos, donde el gobierno del demócrata Joe Biden recién amplió las protecciones a 150 mil haitianos en ese país.

Es un hecho que miles de haitianos se refugian en ciudades fronterizas mexicanas con la idea y aún la esperanza de que pronto podrán ingresar en Estados Unidos.

Tras el anuncio en 2020 de Turquía sobre la apertura de su frontera terrestre con Grecia, miles de migrantes que se dirigieron allí encontraron cerradas las puertas con Grecia. No fue muy diferente lo ocurrido en el enclave español de Ceuta, en el norte de África, cuando se permitió el paso de miles de personas a España.

De este lado del mundo, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, y como expresión de la incapacidad para lidiar con el fenómeno migratorio, más si este se agudiza, el presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, recién admitió recursos precarios e insuficientes para enfrentar la enorme migración caribeña y africana que cruza por su país y pidió al mundo que aporte esfuerzos y recursos para enfrentar “una crisis humanitaria regional de graves proporciones”.

Dijo que sólo este año más de 80.000 migrantes irregulares han atravesado el territorio panameño y que “para entender lo dramático de la situación” Panamá pasó de recibir 800 migrantes en enero de este año a 30.000 el mes pasado.

El mandatario apeló a la comunidad internacional para hacer, lo más pronto posible, un esfuerzo conjunto, con estrategias coordinadas y recursos.

En agosto Panamá y Colombia acordaron el paso por su frontera de 500 migrantes por día. Pero en Necoclí, un pueblo en la costa caribeña del norte de Colombia, llegan entre 1.000 y 1.500 diariamente, la mayoría haitianos provenientes de Chile y Brasil, países a los que emigraron tras el terremoto en Haití de 2010.

En el caso de la frontera de México con Estados Unidos, miles de haitianos enfrentan el dilema de seguir en suelo mexicano pese al riesgo de ser detenidos en redadas o aspirar en libertad al asilo en Estados Unidos.

México redobla esfuerzos para aliviar el número de migrantes en la frontera, pero en Acuña, patrullas de la Guardia Nacional, de migración y en algunos casos de policías locales multiplicaron las redadas y detenciones esta semana.

Diversos informes alertan que la situación de decenas de miles de personas migrantes tanto en México como en EEUU es insostenible y de una vulnerabilidad extrema debido al fracaso de las políticas de asilo y las continuas deportaciones.

En un comunicado la ONG Médicos Sin Fronteras se advierte el drama de decenas de miles de migrantes en México y Estados Unidos, una situación que califican de “insostenible”, Esto como consecuencia del fracaso de las políticas de asilo y las deportaciones que no cesan.

Recién esta semana, Estados Unidos anunció la donación de 336 millones de dólares de nueva ayuda humanitaria para los países que han acogido a más de 5,7 millones de venezolanos que migraron de su territorio, otro drama humano.

Tras saludar la noticia de apoyo para migrantes venezolanos, el presidente colombiano Iván Duque llamó a nuevos desembolsos para procurar a los migrantes venezolanos.

Según Duque, en el caso de los migrantes sirios, la comunidad internacional aportó 3.000 dólares por migrante, en Sudán, 1.600 dólares, mientras que en el caso de los venezolanos, apenas se contribuye con unos 300 dólares por migrante.

Así las cosas, es previsible una eclosión del drama migratorio que ya se registra con una fuerza inusitada, pero que promete nuevos capítulos cada vez más agudos si los gobiernos involucrados siguen sin encontrar una fórmula de alivio y resolución para estos flujos incesantes de personas en busca de una esperanza real y concreta para sus vidas. No es fácil, pero hay que hacer algo, ya y pronto. El futuro ya llegó.

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@RoCienfuegos1