El Hombre del Maletín

¿Cuántos de nosotros, ciudadanos todos, remontaríamos la tentación, resistiríamos la prueba y aún tendríamos la solvencia ética -la moral es otra cosa- de

devolver una mochila con diez mil pesos? Bueno, pues queda aquí la pregunta para que cada quien la conteste en su fuero interno, en su intimidad personal, en el ámbito de su propio soliloquio.

Viene a cuento este punto a propósito de un hecho notable por lo inusual en México y que ocurrió en vísperas de la celebración de la Virgen María de Guadalupe, -quizá por ello se piense incluso que fue un milagro- y que  protagonizó un ciudadano de la Ciudad de México, uno de los millones que se trasladan cada día en el metro de la capital.

El usuario, cuya identidad prefirió mantener en reserva, -otro mérito- viajaba en un convoy de la Línea Dos en dirección a Taxqueña cuando de manera inesperada como es propio de estos casos, topó con una mochila. Dentro de ésta había diez mil pesos, además de otros objetos. ¿Y sabe qué pensó? ¿Y qué pasó? Algo que resulta asombroso, aún así no debiera ser,  en estos tiempos de crisis generalizada. El ciudadano involucrado en esto, buscó la manera de entregar la mochila con nada menos que diez mil pesos. Inimaginable, ¿verdad?  

El pasajero del metro decidió que ese dinero con mochila y todo debía regresar a manos de su legítimo propietario, a quien por supuesto desconocía como sigue haciéndolo. Buscó entonces a las autoridades policiales del Metro y devolvió la mochila con el dinero.

El hombre entró en contacto con miembros de la Policía Bancaria e Industrial en la estación Hidalgo. Les contó la forma en que se registró el hallazgo. No quiso, insisto, revelar su identidad.

El Metro confirmó más tarde los hechos, en los que también participó un policía asignado en labores de resguardo y vigilancia. Este policía entró en contacto con el Inspector jefe de Estación. Ratificaron la existencia de la mochila y los diez mil pesos, más otros objetos.

Se esperaba, según la información difundida en medios a propósito de este tema, que la persona que extravió sus pertenencias, las reclamara y probara su legítima propiedad.

El Metro puso énfasis en referir la honradez de este y otros pasajeros del metro, que por lo demás no es lo habitual, muy lamentable e indebidamente.

Asumo que se trata de una historia excepcional en un medio de transporte masivo como el Metro y en una mega urbe como la nuestra, donde millones de personas pululamos, extraños unos con otros, inadvertidamente. El tiempo y espacio común constituyen sólo eso y, si acaso, se traspasan sólo en aquellos momentos de emergencia, peligro o siniestralidad. Fuera de esas circunstancias, y quizá algunas más excepcionales, pasamos entre unos y otros como personas inconscientes de las otras, del prójimo nuestro de cada día. Así es cotidianamente la vida en las grandes ciudades, nada extraño pues. Por ello asombra, sorprende y, al mismo tiempo, crea esperanza que se susciten episodios como el vivido por hombre del metro.

En un episodio por ejemplo de agudo contraste que terminó en tragedia, el 18 de septiembre de 2009, se recuerda la historia de un modesto pasajero identificado como Esteban Cervantes Barrera, quien en un arranque de heroísmo, intentó detener a un hombre armado que abrió fuego repetidas veces, causando la muerte de dos personas, una de ellas el policía Víctor Manuel Miranda Martínez.

Pero esa, esa es y fue otra historia.

Me quedo con el episodio del maletín con los 10 mil pesos. ¿cuántos lo habríamos devuelto? ¿Cuántos? ¿Usted? ¿Yo?

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@RoCienfuegos1