Las formas, siempre las formas

Decía el siempre referido don Jesús Reyes Heroles, todavía un clásico, que en política las formas son fondo. Y si bien, México está inmerso

al menos desde la órbita del poder en una transformación, la cuarta pretenciosamente de su historia, eso no debería significar que se olviden la elegancia de las formas, menos aún la prudencia republicana, y sobre todo la contundencia de los resultados.

El hecho que el presidente Andrés Manuel López Obrador reivindique, y por ahora no sin razón, un sólido apoyo ciudadano, debería conminarlo aun con mucha mayor fuerza al elevado compromiso de su encargo. Renunciar a este y aún echar por la borda una representación nacional, aun de quienes lo adversan, da al traste con el papel de un jefe de Estado, o al menos lo vulnera. Podría argumentarse que es parte del cambio que propugna el presidente, quien dice con frecuencia que él y los suyos en el gobierno son diferentes, pero ni así se justifican los excesos.

Es por esto que sorprende muchísimo su reacción a los posicionamientos y aún quejas de Estados Unidos y Canadá, en cuanto a las políticas en materia energética que avanza el Jefe del Poder Ejecutivo mexicano.

Hacer que en Palacio Nacional, la sede del Poder Ejecutivo Mexicano, se escuche un tema musical tropical del popular músico, cantante y compositor tabasqueño Chico Ché, resta sin duda a las formas, en perjuicio de un tema de fondo como el planteado por los dos mayores socios de México a través del esquema comercial denominado T-Mec.

Dudo que abone al cambio inherente a la Cuarta Transformación, esta chabacanería tropical. No la merece el protagonista, menos aún si alberga el legítimo deseo de alcanzar la trascendencia histórica en un sentido positivo. Tampoco por supuesto sus interlocutores, dos jefes de Estado, uno de ellos con quien recién hace unos días se entrevistó en su propia casa. A menos, claro, que la reacción de hace dos días, observada en todo el país y aún fuera de él, sea la respuesta a un anfitrión que habría lucido destemplado con su invitado que ahora ya al cobijo de su casa lanza un dardo puntilloso en exceso. Pero tampoco así. La cortesía, obliga. Otra vez, hay formas. En México llamamos a esa fórmula “cachetada con guante blanco”.

Una hipótesis, si acaso, en busca de desentrañar el misterio de las formas vistas el miércoles y también ayer jueves en Palacio Nacional, es la probable existencia de un interés político, hasta ahora no del todo públicamente develado, para radicalizar al gobierno en aras de una concentración, todavía mayor, del respaldo popular que se dice tener, en nombre de un nacionalismo extremo como no se ha visto en muchos años, y que pudiera equiparar a la 4T con el momento estelar del cardenismo, asociado con la expropiación petrolera, hace ya 84 años. ¡Imagínese!

De hecho, el presidente aludió a esos dos grandes momentos históricos del país, uno la expropiación petrolera, dos la nacionalización de la industria eléctrica en tiempos de Adolfo López Mateos, esto último hace poco más de seis décadas. Demasiado tiempo, otras circunstancias y formas muy diferentes.

En su matutina del jueves, el presidente insufló los ánimos nacionalistas siempre presentes en México.

Dijo: “nosotros no vamos a poner en negociación el dominio de la nación del pueblo de México sobre el petróleo, eso está clarísimo. El petróleo es de los mexicanos”. ¿Eso es todo? ¿Así nomás?   

Culpó, claro, y como siempre, a los gobiernos entreguistas de aceptar que en los convenios internacionales quedara susceptible de negociación el petróleo de México.

Y en materia eléctrica lo mismo, dijo el mandatario. Anunció que dará a conocer “cómo de manera abusiva, violando inclusive la legislación que ellos mismos autorizaron para destruir por completo a la Comisión Federal de Electricidad y entregar el mercado eléctrico a las empresas particulares, sobre todo extranjeras”.

Entonces, ¿qué se alega? Planteó.

Dijo que hay indicios de que esto tiene que ver con los intereses creados que se sienten afectados porque se dedicaban a saquear a México y que, como se les puso un alto, un hasta aquí, empezaron a hacer trabajo en Estados Unidos y logran esto, las quejas de ambos países. Pero si no hay razón, nosotros no vamos a quedarnos con los brazos cruzados, advirtió. 

Argumentó lo que siempre contenta, satisface y pone en plenitud a cualquier pueblo: “México es un país independiente”.

Y añadió: “la agenda ahora la establecemos nosotros, ahora gobernamos de acuerdo al plan de desarrollo que enviamos al Congreso y que se aprueba en el Poder Legislativo, no son las recomendaciones del Fondo Monetario, ni del Banco Mundial, ni de ningún gobierno extranjero”. Eso dijo. Pero esto ocurre salvo cuando se requiere, por ejemplo y muy recientemente, pedir miles de visas para otros muchos mexicanos que necesitan e imploran empleos en Estados Unidos porque en México es imposible, o cuando importamos alimentos o requerimos maquinaria, tecnología, comercio, energéticos, inversiones y muchos bienes y servicios más. Es más, cuando se agradecen los miles de millones de dólares -más de 50 mil millones de dólares este año- que salvan la economía mexicana de un colapso brutal. ¿O no?  

Al punto, el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, reaccionó en sus redes sociales de esta forma: “Debemos abordar esta disputa del T-MEC sobre la energía con determinación y seriedad para una resolución expedita.  Hay que subrayar el concepto “seriedad” empleado por el diplomático. ¿Es serio poner a Chico Ché con uyyy qué miedo? Las formas, siempre las formas. Veremos.

Roberto Cienfuegos J.

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@RoCienfuegos1