Bastaría la edad de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para tenerle respeto, sobrado y suficiente. Bastarían, insisto,
los 88 años de vida que acumula. Dejemos a un lado hasta donde sea posible la obra política, ética y moral del considerado referente moral de la izquierda mexicana, según han coincidido por muchísimos años tirios y troyanos.
Pero no. Lejos, lejísimos de esta única consideración que a muchos nos fue inculcada en los primeros años de vida para observar respeto, el presidente López Obrador, dejó ver hace unos días su irrespeto, ya no por su impulsor, su promotor y mentor político, sino -dejémoslo allí- por un hombre mayor como Cárdenas Solórzano. Sin más consideración hacia un anciano -Cárdenas lo es-, lo llamó “conservador”, y al hacerlo lo metió en el baúl -que a estas alturas ya debe ser caverna- de sus adversarios. La descalificación -mal informada y errónea, además-, como recurso de un político que como López Obrador carece de límites verbales para ofender, agredir, atacar, vilipendiar, humillar y podríamos agregar una larga lista más de ultrajes, cometidos de manera cotidiana desde Palacio Nacional contra toda persona que él juzgue antagónica a su causa.
Un día después de la agresión, absolutamente innecesaria, y arrogante, -Cárdenas no asistió a la ceremonia por el lanzamiento de Un Punto de partida-, se le preguntó en Palacio Nacional a López Obrador si se retractaba de sus palabras contra el ingeniero Cárdenas Solórzano, quien además emitió un mensaje para ratificar su separación del grupo Por México. Otra vez con arrogancia, ni se dio por enterado de ese punto en la pregunta. Y bordó, como suele hacerlo, por la tangente para responder que le dio mucho gusto saber el deslinde de Cárdenas Sólorzano. Más nada. Algo pasó para que Cárdenas Solórzano tomara distancia del grupo que por 18 meses auspició con entusiasmo, y del que fue base un libro de su autoría. ¿Qué fue? Habrá tiempo para saberlo, y conocer los recursos del poder para doblarlo.
Pero a diferencia del caso Cárdenas Solórzano, el presidente si respeta de dicho y hecho, a Consuelo Loera, sí, la mamá de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, un apodo que rechaza el propio presidente, quien prefiere llamar “Señor” al criminal que purga condena perpetua en una prisión de Colorado, Estados Unidos.
Cuando se le preguntó sobre el saludo que dispensó en marzo del 2020 a la mamá del “señor” Guzmán Loera, López Obrador dijo: “es una señora de 92 años y ya dije la peste funesta es la corrupción no un adulto mayor que merece todo mi respeto independientemente de quien sea su hijo y lo seguiré haciendo”.
Como dijo López Obrador, la mamá de Guzmán Loera sí merece todo el respeto del presidente, quien se reserva sus dardos para personas como Cárdenas Solórzano, a quien incluyó en su lista de “adversarios políticos”, según puso en claro hace pocos días, aunque luego haya dicho que le dio mucho gusto saber el deslinde del Ingeniero, quien tampoco mereció al menos un comentario en descargo. El palo estaba dado, y bien dado para que aprendan.
Quizá pueda argumentarse que el respeto del presidente por los adultos mayores comienza luego de los 90 años. Después de todo, la mamá de “El Chapo” tiene 92 años, y el ingeniero apenas suma 88.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1