Hace un par de días, visité el famosísimo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Lo hice para conocer la
obra que hace meses y antes de su inauguración, el 21 de marzo del 2022, dijo la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, que nos dejaría con el ojo cuadrado. También lo hice con el ánimo más desprejuiciado posible pues sabemos que el tema –como casi todos en el país- es cismático. Más aún, estoy entre los mexicanos que piensa que México necesita no uno, sino 50 o muchos más aeropuertos como es común en las naciones de mayor desarrollo.
Soy un convencido de que México es un país que demanda para su crecimiento, de muchísimas obras de infraestructura, y ni hablar de millones de personas capacitadas en todas las áreas posibles del quehacer y saber humano. Muchos más médicos, más maestros, más ingenieros, más abogados, más científicos, más especialistas en todas las áreas de la medicina. Un número infinitamente mayor de tecnólogos, nutriólogos, gerontólogos, y agregue usted la lista de personas entrenadas, preparadas y expertas en un sinfín de materias, para impulsar, favorecer y preservar el bienestar humano.
En consecuencia, no me ha parecido descabellada la idea de construir el AIFA, aun cuando opino que debió hacerse –eso sí- sin cancelar el que estaba previsto en Texcoco, previa depuración de los actos de corrupción que se presume estaba incorporados al proyecto. También debió haberse continuado ese proyecto aeronáutico, sólo una vez resuelto el tema de la edafología. Dicho esto, les comparto una experiencia singular y por supuesto subjetiva de esta visita al AIFA.
Hay un hecho que resalta a primera vista durante la visita al AIFA. No es ni remotamente una construcción civil. Se trata de un aeropuerto hecho por militares, para militares y bajo la mirada y vigilancia de éstos, algo que incomoda a no pocos civiles, aun y cuando otros piensen que los militares son el mejor antídoto contra el crimen y la inseguridad. No estoy tan seguro de esto, menos a la luz de lo observado desde 2019 con la Guardia Nacional, desplegada en vastas zonas geográficas de México. En el AIFA, lo primero que observa el visitante es que hay más militares que turistas o usuarios. Esto aun cuando en unas pocas semanas más, se cumplirá el primer año de operaciones de esta terminal aérea, enclavada en una extensa zona militar. En caso de que haya beneficios pecuniarios –como se ha prometido- éstos no serán para el pueblo bueno y noble de esta época singular y excesivamente militarizada de nuestra historia, sino para –si acaso- el pueblo uniformado. Los números siguen sin cuadrar en el AIFA cuando se comparan con el AICM. Mientras en el primero se desplazan si acaso unos 17 mil por mes, en el segundo, la cifra se acerca a unos 400 mil.
Los accesos a la terminal aérea siguen entre signos de interrogantes, y revelan la inexistencia de medios de transporte público, lo que indica que la decisión de construir el AIFA fue al margen de numerosas consideraciones clave en este tipo de obras, y más bien tomada por el poder de las pistolas. El AIFA me hizo inevitablemente recordar aquella frase célebre del porfirismo de “mátalos en caliente” o aquella otra de “mátalos y después viriguas”. Así, ese tipo de decisiones conlleven necesariamente a malos resultados que se observarán con el tiempo, muy desafortunadamente. Un punto adicional es que no imagino a turistas extranjeros desplazarse en horas de la noche en una zona de tránsito complicada por la inseguridad asociada y ante la pronta obligatoriedad de que la aero-carga se realice en el AIFA, seguramente habrá otros problemas de saturación carretera en la vía México-Pachuca, o en sus eventuales conexiones con el Estado de México, lo que implicará más costos asociados, y riesgos de seguridad.
Añada usted la política de cabotaje que se pretende poner en marcha para favorecer a empresas aéreas extranjeras en detrimento de las escasas y sobrevivientes aerolíneas nacionales, y la pérdida, ya pronto por dos años, de la categoría Uno, lo que adelgaza las oportunidades aeronáuticas de México.
Lo que resta por ver del AIFA será necesariamente a futuro. Solo entonces sabremos el verdadero tamaño de esta obra, plagada a la fecha más de militares que de usuarios, sin ganas de estrenar en grande un aeropuerto que sigue sin despegar.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1