El próximo domingo será el tercer y último debate entre las candidatas a la presidencia de México, Xóchitl Gálvez y
Claudia Sheinbaum -mencionadas así, en estricto orden alfabético- y el abanderado Jorge Álvarez Máynez, o simplemente Máynez como prefiere a ojos visto que lo llamen. El último y nos vamos, previo a los cierres de campaña, directo al dos de junio. No hay ni habrá otra oportunidad.
En la antesala de este ejercicio definitivo entre las y el candidato, abundan los indicios de que Máynez -como prefiere que lo llamen y como se promociona en campaña- ratificará -hay que darlo por hecho- que su participación es consustancial al papel del gesticulador, recuérdese el título famoso en una época del libro del gran dramaturgo Rodolfo Usigli, que publicó hacia el final de la década de los treinta del siglo pasado. O si usted prefiere, Máynez ratificará su papel de esquirol, conforme las órdenes de Dante Delgado Rannauro, así éste trate en alguna medida pero infructuosamente de disimularlo.
Así que por economía de espacio, vayamos a otra cosa y dejemos al atareado Máynez, y los cálculos y aritméticas políticas de una parte al menos de Movimiento Ciudadano.
Gálvez tendrá una nueva y excelente oportunidad en este tercer debate. Deberá jugarse el todo por el todo. Bien sabemos que el que no arriesga no gana, y si bien, las encuestas se han convertido en el mayor acertijo de esta contienda presidencial, será mejor que Xóchitl se faje bien las enaguas y vaya por todo. Xóchitl tendrá en los temas de este último ejercicio discursivo, una espléndida ventana de oportunidad. En materia de seguridad pública y combate al crimen y aún el narcotráfico, la Cuarta Transformación sale debiendo todo al país. Hay un fracaso evidente y palmario por dónde se le vea. La política de “abrazos y no balazos” -una “estrategia” delirante, que viola además el mandato constitucional de cumplir y hacer cumplir la ley- hizo agua, no sé si con el propósito deliberado o no, de amparar y dar cobijo, o manga ancha a la delincuencia y el crimen. Por dónde se le vea, esta “política” sólo ha hecho escalar el crimen en México, así haya quienes se atrevan a negarlo con la solvencia que dan la ignorancia o la complicidad, ésta última interesada, por ceguera o por mera perversidad.
Habrá que ver cómo llega Sheinbaum esta vez. Dispuesta a quitarse los fardos que le impone el patriarca, algo que con inteligencia -algo que tiene-, pero sobre todo con decisión, podría contrarrestar al menos esta vez. Salvo que esté convencida y/o siga negando la evidencia, Sheinbaum podría marcar una línea divisoria, así fuera tenue, con su mentor para ponerse en una dimensión auténticamente social frente a un problema como el de la violencia y el crimen que están cobrando cada día muchas muertes de mexicanas y mexicanos. Cosa de ver.
Dudo claro que este debate definitivo vaya a cambiar radicalmente la intención del voto de muchos mexicanos, pero está claro que Gálvez sigue encarnando la esperanza, expectativa y el anhelo de un cambio entre millones de mexicanos, cansados, hastiados y decepcionados de los saldos en una materia tan sensible y grave como es la seguridad pública y la contención del crimen. Veremos el domingo a Xóchitl y allí muchos podremos valorar si es posible acreditarla como la mujer que requiere México en estos tiempos aciagos.
De igual forma, veremos a Sheinbaum y es posible que nos mostremos dispuestos a reevaluarla, pero sólo si hace una diferencia al menos con el compromiso de virar la estrategia de seguridad para dar otros resultados y no repetir un fracaso, que sería mucho peor que el que ya resiente el país, así nadie desee esto. Cuando casi cierre el domingo deberemos saber algo importante para los siguientes seis años.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1