Opinión

Ayer se llevó a cabo una de las elecciones más importantes de los últimos tiempos por el peso que hasta ahora ha desempeñado la concentración excesiva del poder que ha detentado Andres Manuel López Obrador, y que desde luego intentó defender a toda costa buscando reafirmar esa hegemonía

(Dios ha distinguido al ser humano en la cruz de su Hijo, robusteciéndole en los trayectos existenciales ―incluso cuando esas rutas están desbordadas de angustias ― mediante el símbolo de la Nueva y Eterna Alianza, esto es, con el aliento/alimento de su Cuerpo y de su Sangre)

Aunque es todavía prematuro y bastante, anticipar nada contundente y aún objetivo sobre el saldo electoral de la jornada de ayer domingo, una primera pero importante lección que puede adelantarse es que la participación del pueblo bueno y sabio

Muchos son los deshonrosos calificativos que en su singular torpeza y reiterado desacierto ha logrado cosechar nuestro inquilino de Palacio; su estupidez polifacética, su ignorancia pluridimensional y su torpeza multiforme,