Algo más que palabras (Víctor Corcoba H)

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Durante estos días, los buenos deseos nos acompañan en todo momento. Parece que nos sostiene ese espíritu de ilusión por reencontrarnos con ese niño que todos llevamos dentro. Ciertamente, a poco que reflexionemos en silencio, hallaremos esa mística consoladora que da vida a nuestro ser y paz a nuestras entretelas. No es cuestión de griteríos. Quizás tengamos que liberarnos de esta mundanidad y enhebrar otros abecedarios más del alma, hasta

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El mundo necesita de gentes de compromisos verdaderos, para que puedan mejorar las condiciones existenciales de todos; también de otras políticas más transparentes que luchen contra las injusticias y la corrupción, así como de líderes que alberguen en sus corazones la lucha por la dignificación de todo ser humano, máxime en un momento en el que abundan tantos sembradores de odio. Desde luego, la dignidad es un término clave

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Se requieren gentes de valor que perseveren, dispuestos a plantarle corazón a esta escalada de contrariedades que nos dejan sin aliento. Lo fundamental no son los éxitos, sino la disposición que pongamos en el auxilio de la realidad. Ante todo, hay que hacer valer el respeto. No podemos desvirtuarlo todo. La acción política es necesaria, pero para estar al servicio de toda la humanidad, no para servirse de ella y trepar hacia posiciones

 

Algo mas que palabras

Todos parecemos huir de algo o de alguien.
Tenemos hambre de consuelo como jamás.
Vuelvan los abrazos para sentirnos amados.
Retorne la verdad para sentirnos francos.
Situemos más alma y menos armas en el yo.
Volvamos al nosotros hasta la eternidad.
Conservemos el propio espíritu poético.
Y, desde esta inmortalidad, alegrémonos
por el gran bien de haber sido ese latido,
que lo es todo en esta nada que nos envuelve.

Pongamos en valor la valía de lo que somos.
Situemos níveos gestos en nuestra gesta.
Apostemos por la caricia permanente.
Asentemos en nosotros la paz de cada día.
Que por muy denso que sea el sudario,
los rayos de la esperanza son mayores,
para rehacernos y renacernos en el camino.
Es hora de abatir los muros del dolor,
pues quien con amor abre su corazón,
con él cierra penurias y el cielo le aguarda.

Si hay algo que he asimilado con el verso,
es que el bien es más penetrante que el mal,
que la bondad es más dulce que el odio,
que la misericordia es deseable siempre,
preferible a la batalla de cualquier justicia,
puesto que si uno transita por esta tierra,
donándose a los demás, los demás le aman.
Avivemos, por tanto, la entrega sin más,
y no pongamos palabras en los hechos,
si acaso una mirada y mil sonrisas con ella.

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Los campos de sangre y lágrimas proliferan por doquier parte del mundo. Parecemos una generación perversa. Nadie estamos a salvo. El terror, la criminalidad, el permanente abuso contra los emigrantes y las víctimas de la trata, la devastación del medio ambiente, las mil contiendas entre territorios, países y continentes, nos están dejando sin luz. Cuando no se respeta la vida o la dignidad humana cualquier atrocidad

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Vivimos unos tiempos en los que cada vez es más preciso sentir la necesidad de crecer en la compresión mutua y en el respeto, como miembros de un linaje predestinados a entendernos. Esto nos confirma que, aglutinados bajo las alas de este espíritu conciliador, todo es más fácil para el encuentro. No podemos permitir que nos arruinemos por nuestra propia irresponsabilidad. Es hora de nuevos entusiasmos, de querer y poder  hacerlo, puesto que