Opinión

Falta mucho para que termine la pesadilla que hace dos años inicio Andrés Manuel López Obrador. Hasta ahora no existen resultados tangibles acerca de ese cambio que prometió y que marcaría un antes y un después en la historia de este país, como aseguró muchas veces. Y habrá que señalar que efectivamente está construyendo ese antes y ese después al que siempre se refirió en las disertaciones públicas de su peregrinar por todos los rincones del país, porque todo le ha salido mal, y al paso que va su gobierno se convertirá en uno de los mayores desastres que registre la historia patria.

Desgraciadamente de no cambiar, el infortunio seguirá para los mexicanos y para la Patria misma.

Yo sí creo que el presidente López Obrador está convencido de que todo lo que dice son verdades que pueden ser sometidas a cualquier prueba y no se encontrará ninguna frase que lo exhiba como mentiroso. De ahí su apotegma: “No mentir”, con el agregado de “no robar y no traicionar”, pero eso es tema para tratarlo en otra ocasión.

Por alguna razón nos gusta tasar las obras y proyectos en tiempos, darles periodos a los gobiernos, eso de “los primeros cien días”,  “Un año de la toma de protesta”. Estos corchetes cronológicos nos son útiles para colocar en el tablero las líneas comparativas entre lo que se promete y lo que en realidad se consigue. Dos años de presidencia de Andrés Manuel López Obrador son llevados a la báscula, no es difícil concluir los faltantes, que para los incrédulos es resultado normal.