Columna Sin Punto y coma por Vladimir Galeana Solórzano
Una de las instituciones que mayor penetración tiene entre los mexicanos y cuya presencia se registra en todos los rincones del país es la religión católica. Cuando Carlos Marx se refirió a que “la religión es el opio de los pueblos” tenía mucho de razón ya que la mayor parte de las iglesias buscan incidir en la generosidad de sus adeptos para que entreguen parte del producto de su trabajo. Para decirlo de otra forma, cualquier tipo de religión es un negocio floreciente porque la fe es el principal producto que ofertan a los simples mortales para que se adhieran a sus postulados. La búsqueda de bienestar en lo desconocido ha sido no tan sólo un misterio para el ser humano, sino una aspiración, por ello está dispuesto a aceptar cualquier indicio de oferta para hacer realidad ese bienestar una vez que deje la vida terrenal.
Una de las iglesias más exitosas es la católica, aunque también ha tenido una fuerte competencia en los últimos años de otras expresiones, pero ha sabido sobrevivir en un territorio que le ha sido fiel durante más de cuatro siglos. América Latina es una de las regiones del mundo donde el catolicismo está muy arraigado producto de ese mestizaje construido a base de conquistas territoriales y la conversión al nuevo credo, que se quedó enraizado por la oferta divina del bienestar en el tránsito hacia lo desconocido. Al igual que los políticos, los prelados venden un solo producto: esperanza. Ese ha sido el elemento privilegiado en la política y la religión, la esperanza de vivir mejor en la tierra y la esperanza de vivir mejor en el cielo.
La diferencia entre uno y otro espacio de oferta intangible es que mientras las religiones preparan al hombre para la muerte, es decir para ese difícil e inevitable tránsito hacia lo desconocido, la política tiene el deber de preparar al hombre para la vida, aunque ésta sea en la mayor parte de las veces poco satisfactoria. Pero también hay que decir que las iglesias se han convertido en los últimos años en indicadores políticos, porque han dejado de representar los intereses divinos para meterse de lleno en las complicidades terrenales. Ahora buscan espacios políticos, aunque no de representación aún porque la ley no se los permite, pero los prelados quieren, pretenden, buscan y añoran el regreso a los años aquellos en que las decisiones las tomaban con ellos.
Por eso la Iglesia Católica ha hecho un llamado al Presidente Enrique Peña Nieto para solicitarle que fije su atención en la violencia que se ha desatado en los últimos cuatro meses, porque ignorar un problema solo redunda en su agravamiento como lo muestran los datos fríos de las estadísticas. A los respetables curas poco les importan los proyectos gubernamentales con todo y que el Presidente Peña Nieto ha señalado que los resultados se verán en año y medio. Como dicen por ahí, “no da paso sin huarache”, y en los siguientes días saldrán con otra. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.