Durante los casi 203 años de vida de nuestro país, su historia ha estado marcada por una lucha permanente entre dos visiones políticas: los conservadores y los liberales. Ambas formas de ver al estado mexicano, sus enfrentamientos permanentes, sus posiciones irreconciliables, la cerrazón y la necedad, han sido barreras infranqueables que detienen el desarrollo de la nación. Ya sea la oposición recalcitrante de mantener el status quo, o la obcecación por romper con todo lo establecido, siempre han sido estos extremos los que, de una u otra forma, detienen el progreso de la nación.