Opinión

sinpunto

Hace cinco meses que este país perdió la calma y entro en una dinámica de confrontación y protestas. Y no es que los mexicanos seamos proclives a levantarnos para realizar marchas, plantones, mítines y cuanta ocurrencia tienen esos que han hecho de la inconformidad una industria, simplemente es que hay quienes han desarrollado esa habilidad y viven cachazudamente de ella. Y la culpa la tienen las autoridades de los tres órdenes de gobierno que a causa de las complicidades partidistas o del temor a verse rebasados por los grupos antagónicos, ceden a la primera y con ello sentencian a las instituciones a padecer por tiempo indefinido ese camino que bien aprendieron a recorrer.

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La delegación Iztapalapa fue el botín político electoral más preciado durante las elecciones internas del PRD, luego de un procedimiento tortuoso ganó la candidatura Dione Anguiano, quien recibió severas acusaciones de corrupción por parte de su rival política Aleida Alavaez, quien también la acusó de tener cuentas pendientes con la justicia.

CONGRESO MEXICANO

Después de algunas semanas de precampaña, llegamos al momento en el que los aspirantes a diputadas y diputados locales, legisladores federales y presidentes municipales deben dejar de hacer pronunciamientos sobre sus aspiraciones. Entramos en un periodo de silencio para dar paso al desfile de campañas, de discursos, de propuestas, es decir, la oferta política en la que recibiremos información de más de 2000 cargos en disputa.

elestado

Las “cortes” y sus placeres, su vida y recurrencia en la historia de la humanidad, las hacen ver como prácticas sociales comunes, naturales dentro del contexto de una sociedad moderna, en donde un grupo social determinado se reúne en torno de quienes ejercen el poder del gobierno. Así, en las monarquías, las cortes estaban formadas por “los nobles” de la época. Gente que era “agraciada” con una cartera pública ordenada por el monarca, se mudaban a palacio para poder servir a “Su Majestad” en las encomiendas que les confería. Así los encargados de las encomiendas del Estado, vivían en torno al monarca y a sus designios. Sus familias también interactuaban entre sí y todos, absolutamente, buscaban ser agraciados con el visto bueno del “jefe de la casa” o de su familia.