Sin lugar a dudas los normalistas de Ayotzinapa saben muy bien que después de la desaparición de cuarenta y tres de sus compañeros gozarán durante un buen tiempo de impunidad y podrán hacer muchas cosas fuera de la ley sin que alguien ose molestarlos con la expedición de una orden de aprehensión, o simplemente con una respuesta violenta por parte de los cuerpos policiales.

Sin lugar a dudas el señor Jesús Zambrano sigue siendo un hombre poderoso pese ceder la dirigencia nacional de su partido. Y no es que ya no quiera seguir controlando al perredismo, simplemente se ha conseguido un gerente que le hará el trabajo y que le cuidara el membrete hasta que tengan que decidir quiénes van a ser candidatos en la siguiente elección.

Parece que Ángel Aguirre Rivero ha perdido el favor de quienes desde el Gobierno Federal le tuvieron consideraciones cuando surgió la tragedia de Ayotzinapa. Y es que no fue el único caso de irresponsabilidad, pues cuando ocurrió el desastre provocado por el Huracán Manuel el señor estaba celebrando una fiesta con sus más cercanos colaboradores, y quien tuvo que enfrentar la emergencia a causa de su estado etílico fue el Presidente Peña Nieto.

Sin lugar a dudas Ayotzinapa tiene varios rostros, pero hasta ahora solamente uno se ha apoderado de la conciencia popular, los medios de comunicación, los discursos incendiarios, y el relato de una tragedia ocurrida hace poco más de un año por la conjunción de excesos en los sucesos que desencadenaron los hechos.

La llegada de Agustin Basave Benítez a la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática fue la historia de una tragedia anunciada. Tragedia porque es es octavo dirigente que antes militó antes en el Partido Revolucionario Institucional, lo que quiere decir que hasta ahora ninguno de los miembros de esa izquierda histórica que mantuvo muchos años la lucha desde el clandestinaje ha tenido los apoyos suficientes para dirigir los destinos de la izquierda institucional.

En este país los negocios más jugosos se realizan desde las estructuras gubernativas. No es algo nuevo, es una práctica que hasta ahora se ha considerado normal porque quizá los mexicanos ya nos acostumbramos a que nos roben y a permanecer callados. La corrupción se ha vuelto cínica, habitual, y se desarrolla por las manos de poderosos y por simples trabajadores de base o eventuales.