EL HÁBITO DE LA TORTURA
Alguna vez tuve la mala fortuna de visitar a un subdirector de tránsito que presuntamente era mi amigo, con la finalidad de obtener de forma fácil una licencia de manejo. Fue en Acapulco y tendría yo cerca de veinticinco años. Cuando me recibió en su despacho y le señalé el motivo de mi visita entró uno de sus subalternos para avisarle